viernes, 1 de julio de 2016

Fin de Semana de Sierra y Bicicletas. Primera parte: la sierra




Nos apuntamos a una marcha ciclista que organizaba el Club Ciclista La Morcuera, del pueblo de Miraflores de la Sierra, en Madrid. El evento se llamaba La Morcuera Kids, era su segunda edición, y como su nombre en spanglish bien dice, iba dirigido, fundamentalmente, a niños.


Dejamos formalizada la inscripción por internet. Totalmente gratuita, por cierto. Ya solo nos quedaba esperar al domingo, madrugar (bastante) para estar allí a las 9 para recoger el dorsal para MIniP y su camiseta de regalo, y poco después, empezar a pedalear. Pocos días antes del evento anunciaron que abrían plazo de recogida de dorsales el sábado por la tarde, debido a la gran acogida que tuvo la iniciativa. De modo que nos planeamos el fin de semana.

Por suerte mis suegros tienen una parcela en un pueblo de la sierra de Madrid, a media hora de Miraflores. Así que nuestro fin de semana iba a ser sencillo: el sábado bajaríamos con las bicis a la casa de la sierra, por la tarde pasaríamos por Miraflores a por el dorsal, dormiríamos allí (cenita de barbacoa previa) y por la mañana madrugaríamos (pero ya no tanto) para asistir al evento. Pero la vida al final nunca es tan fácil como parece a priori.

Para empezar, había un paso intermedio entre nuestra casa y la casa de la sierra. A Papá en Apuros le flipan las bicis. Y tiene una de montaña que compró de segunda mano, que es muy buena, pero se ha quedado obsoleta. Así que se dedicó a buscar bicis por internet y vio una que le gustó mucho en una tienda de segunda mano de San Sebastián de los Reyes. Y como nos quedaba de camino…

Pues montamos mi bici y la de la peque en el maletero, y la de Papá en Apuros en el portabicis. Llegamos al sitio, aparcamos y bajamos solo su bici. Nos vamos al sitio. De camino íbamos dudando. ¿Estaría todavía o la habrían vendido? Papá en Apuros les escribió varios mensajes por la web interesándose por ella, y aunque no contestaron a ninguno, esa misma mañana aún estaba colgada la foto. 
Papá en Apuros con su bici antigua


Llegamos a la tienda. Tuvimos que esperar una eternidad pese a que no había nadie dentro. MiniP se entretuvo haciendo que era un coche en un circuito de dos carriles que tenían pintado en el suelo y que daba la vuelta al local entero. Papá en Apuros miraba bicis. Yo seguía a MiniP, regañándola cuando el volumen de su motor subía mucho de decibelios. Cuando por fin se dignaron a atendernos, nuestros peores temores se vieron confirmados: no tenían la bici. Pero tampoco mostraron mucho interés en vender otra, porque a la pregunta de si tenían algo parecido, su contestación fue que no, y sin intención de enseñarnos ninguna otra. No me gustó el sitio, desde luego no pienso volver a ir.

Nos volvimos al coche, decepcionados. Hay sitios que venden porque tienen que vender, pero desde luego no porque le pongan mucho empeño. Pero pergeñamos un plan b: ir al Decathlon, donde había una bicicleta, nueva, que también le gustaba a Papá en Apuros. Pero, claro, había un problema: no íbamos a entrar a comprar y a dejar en el coche colgada la bici antigua. De modo que decidimos ir a la casa de la sierra, (aún quedaba un trecho), dejar las bicis, volver, comer e ir a comprar una bicicleta nueva. Dicho y hecho. Fue lo más sencillo de toda la tarde.

Comimos una hamburguesa de esas taaaan sanas del Burger King. Todo por el regalo del menú infantil, que es lo que verdaderamente le gusta a MiniP. Para bajar la comida, dimos un paseo hasta la gran superficie de deportes, atravesando otro centro comercial destinado a outlets, y cuando quisimos llegar al gigante francés, ya teníamos la hamburguesa en los tobillos. Y eso sin pararnos a mirar escaparates. Una vez dentro fue como dijo Julio César: vini, vidi, vinci. Entramos, miramos la bici, le gustó, le convenció y nos la llevamos. La pagamos, la cargamos en el coche, y nos fuimos tan contentos para la casa de la sierra.

Allí Papá en Apuros se puso a ajustar mi bici y la de MiniP. Empezó por la de la peque. Hinchó una rueda, y tuvo que luchar con la bomba para soltarla. No quería salir. De repente… ¡boom! Una explosión sorda, y los tres mirando un pitorro en la mano de Papá en Apuros. La goma estaba tan pasada que se había roto por el pitorro del aire.
Imagen de aquí


Sopesamos las opciones. No había ni una tienda de bicis en los alrededores que estuviera abierta un sábado por la tarde. Y dudábamos mucho que en los chinos del pueblo de al lado (a unos 15 km) tuvieran recambios de bicis de 16 pulgadas. Solo nos quedaba una opción: otros veinte minutos hasta el gigante francés de los deportes. 

Pues allá que nos fuimos. 

En el camino MiniP se durmió. Es el único sitio donde se echa la siesta: el coche. Si nos quedamos en casa no para quieta para no sucumbir al sueño, pero como en el coche va atada, no tiene escapatoria. Así que para que no se despertara, Papá en Apuros me dejó en la puerta, entré, compré, y de vuelta a la casa de la sierra. En total, más o menos, otra hora perdida. Pero por fín lo teníamos todo listo.

Papá en Apuros se puso, por fin, a ajustar todas las bicis, sin ningún percance más, y MiniP y yo nos entretuvimos tirando algunos globos de agua. Por suerte no hubo ningún otro incidente, pero con tanto ajetreo, idas y venidas, al final no compramos para hacer barbacoa. 

Otra vez será. Ahora tocaba dormir, que el domingo sería el gran día de marcha de bicicleta...

(Continuará el próximo viernes...)

2 comentarios:

  1. Pues menos mal que era sábado, que estas cosas suelen ocurrir cuando está todo cerrado... Y qué coraje da! Estaré atenta a la próxima entrega.
    Besotes!!!

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    1. Gracias, MARGARI. Sí, da mucho coraje, se nos quedó una cara como para hacernos un cuadro. MiniP echó a llorar porque creía que ya no podría participar... Bueno, una historia. Menos mal que al final lo pudimos encontrar.
      ¡El viernes sin falta la segunda parte!
      ¡Besotes!

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