viernes, 9 de junio de 2017

Mamá en apuros: La primera batalla





El cielo se tiñó de rojo justo un segundo antes de que sonaran todas las alarmas.

La soldado de infantería 835697 miró hacia el horizonte y frunció el ceño. 

— ¡Vamos, vamos, 835697! — Escuchó tras de sí. 

— ¡Esto no es un simulacro! ¡Repito! ¡No es un simulacro! — se escuchó por la misma megafonía que se escuchaban las alarmas. 

Las luces del hangar se apagaron y se encendieron las de emergencia, al unísono con los bocinazos de las alarmas. Todo se tiñó de rojo y amarillo. 

La soldado de infantería 835697 se estremeció por un instante, lo que tardó su adrenalina en correr por si torrente sanguíneo. 

— He nacido para esto. — Casi se gritó a sí misma, y se puso el casco blanco. 

Corriendo salió del hangar junto con miles de compañeras y ocupó su lugar, en posición defensiva, en el frente de batalla. 

Frente a ellas estaba el mal. El Mal. Al que llevaban combatiendo meses, pero que no habían podido contener. Dónde él estaba el cielo era más negro. Conforme avanzaba dejaba tierra yerma a su paso. Se había cobrado miles de vidas de soldados como ella, que se entregaron gustosas a la causa, pero que la soldado 835697 sentía muertes vacuas, pues no habían conseguido parar el avance. 

Sin embargo... 

Sin embargo hoy parecía que iba a ser diferente. 

Se rumoreaba que hoy, por fin, llegaban refuerzos. Se rumoreaba que un ejército mil veces más potente que el propio llegaría de un momento a otro. Sabían que era un ejército destructor y que no tenía criterio, pero estaban dispuestas a asumir el riesgo. Nacidas para morir, decía su lema. Nacidas para morir matando. Defender a toda costa. 

Notaron bajo sus pies un ligero temblor. La tierra comenzó a temblar, ligera al principio, más potente cada vez. Como si llegara una manada de ñus desbocados. Y de algún modo, así era. 

La soldado 835697 miró hacia atrás justo a tiempo de verlos llegar. Eran millares, por no decir millones. El horizonte oscureció con el avance del ejército destructor. Todos con armadura negra, que absorbía toda la luz a su alrededor. 

Avanzaron por el campo de batalla sin aminorar la marcha. Pasaron por encima de las soldados que no tuvieron tiempo o la visión anticipada de quitarse de en medio. Y sin más, continuaron hacia delante. Hacia el mal.

La soldado 835697 se libró por los pelos de morir aplastada bajo el acero de sus botas. Rodó sobre sí misma y quedó a un lado del camino. Puesta en pie, observó el ataque del ejército aliado. Tal como habían pasado por encima de ellas habían continuado camino, cruzado el campo yermo de batalla, y ahora estaba toda la artillería, sus ropas de guerra negras como el carbón, sobre el mal. No se veía ni la esquina de la capa de El Mal, cubierto absolutamente por la caterva cuyo único objetivo era aniquilar.


Tres horas duró la batalla. Tres intensas horas durante las cuales algunas de las soldados acudieron llamadas por el clamor de la violencia, por la atracción de la sangre, hasta el corazón de la batalla. Ninguna de ellas volvió. 

Transcurrido el tiempo, los aliados se batieron en retirada, arrasando cuanto encontraran a su paso sin preguntar si era amigo o enemigo. La soldado 835697 retrocedió un paso para dejarlos pasar. Tenía tanto poder de sacrifio como la que más, pero quizá se distinguía por tener algo más de raciocinio. No serviría de nada a la causa si moría a manos de los aliados. Pero, si los dejaba pasar y aprovechaba la debilidad de El Mal para atacarle cuando ellos se retiraran… Ahí sí que podía morir tranquila. Morir matando.

Se giró hacia la atalaya de El Mal. Al principio no distinguió nada. Una masa informe en el suelo. Le parecía que había menguado. O puede que fuera que estaba desmadejado. Pero no muerto. Pudo observar como intentaba levantarse. El Mal tosió, esputando sangre. Se la limpió con el dorso de la mano, se la miró y sonrió de medio lado. 



La soldado 835697 se estremeció al ver esa sonrisa. Era una sonrisa que conocía bien. La había visto en miles de compañeras suyas, levantándose en una batalla, sabiendo que iban a morir, pero bien dispuestas a ello. Solo que no estaban dispuestas a morir gratis. Era la sonrisa de: yo estoy perdida, pero tú te vas a venir conmigo. Aún así sacó su arma, aseguró sus pies en modo de ataque, y antes de salir corriendo a atacar, gritó:

— ¡MUERE, VOLDEMORT!



Mientras tanto, fuera…



Me levanté del sillón del hospital de día.  

— ¿Estás bien? — Preguntó Papá en Apuros mientras me ayudaba a levantarme. 

— Sí, es solo que… Parece que me he mareado un poco.

— Es normal.

— Sí, supongo.

Y sonreí.

Muere, Voldemort.

3 comentarios:

  1. Cómo siempre,luchadora!!!!! mí teniente O'neill!!!!!!

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  2. Así!!! Luchando! Avanzando pasito a pasito hacia la victoria! Suave, suavecito

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  3. ...Nos vamos pegando, poquito a poquito
    Y es que esa belleza es un rompecabezas
    Pero pa montarlo aquí tengo la pieza...
    Ofú, ya se me metió la cancioncita... Normal, si es que no sé cuántas veces la escucha mi hija al cabo del día...
    Besotes guapa!!! Y a seguir así, luchando!

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